23:00 GMT - Sunday, 16 March, 2025

Cómo las drásticas tácticas de Trump están reduciendo los cruces fronterizos

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Los cruces ilegales en la frontera entre Estados Unidos y México han alcanzado su nivel más bajo en décadas. Los albergues para migrantes, antes abarrotados, están vacíos. En lugar de dirigirse al norte, las personas varadas en México están empezando a regresar a casa en mayor número.

La frontera está casi irreconocible con respecto a hace apenas un par de años, cuando cientos de miles de personas de todo el mundo cruzaban a Estados Unidos cada mes en medio de escenas de caos y conmoción.

El presidente Joe Biden, enfrentado a una oleada de indignación pública durante la campaña electoral de 2024, tomó medidas drásticas contra los solicitantes de asilo y presionó a México para que mantuviera a raya a los migrantes. Al final de su mandato, la frontera se había calmado significativamente y los cruces ilegales habían caído a los niveles más bajos de su presidencia.

Ahora, Trump ha cortado el flujo de migrantes de forma aún más drástica, consolidando un giro radical en la política estadounidense con medidas que muchos críticos, especialmente de izquierda, consideran desde hace tiempo políticamente inaceptables, jurídicamente insostenibles y en última instancia ineficaces porque no abordan las causas profundas de la migración.

“El paradigma de migración entero está cambiando”, dijo Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante, una coalición de grupos de defensa mexicanos. Al citar la serie de políticas de Trump y sus amenazas dirigidas a los migrantes, añadió que las familias están muy atemorizadas.

Trump está empleando simultáneamente varias tácticas de línea dura: detener de forma indefinida el asilo a las personas que buscan refugio en Estados Unidos a través de la frontera sur; desplegar soldados para perseguir y, lo que quizá sea igual de crucial, ahuyentar a quienes cruzan la frontera; dar amplia publicidad a los vuelos de deportación en los que se envía a los migrantes a casa con grilletes; y presionar a los gobiernos de América Latina —como el de México— para que hagan más por frenar la migración.

El nuevo enfoque ha arrojado algunas estadísticas sorprendentes.

En febrero, la Patrulla Fronteriza estadounidense dijo que había detenido a 8347 personas que intentaban cruzar ilegalmente la frontera, una cifra inferior al récord de más de 225.000 detenciones de diciembre de 2023.

Estas cifras ya habían descendido considerablemente desde que el gobierno de Biden dio a conocer sus restricciones a la inmigración el año pasado. En diciembre, el último mes completo que Biden estuvo en el cargo, la Patrulla Fronteriza detuvo a 47.330 migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México.

Con 1527 inmigrantes al día, fue la media diaria más baja de todos los meses de la presidencia de Biden. Pero aún así fue cinco veces superior a la cifra de febrero, el primer mes completo tras la toma de posesión de Trump.

Si esta tendencia se mantiene durante todo un año, las detenciones de migrantes en Estados Unidos podrían descender a niveles nunca vistos desde 1967 aproximadamente, según Adam Isacson, experto en migraciones de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, una organización no gubernamental.

Hay indicios de que las cifras también están cayendo en picado más al sur de la región. El número de personas que intentan llegar a Estados Unidos a través del Tapón del Darién —el complicado puente terrestre que conecta Sudamérica y Centroamérica y que es un barómetro de la futura presión en la frontera entre Estados Unidos y México— descendió a 408 en febrero, frente a las más de 37.000 del mismo mes del año pasado, según el Servicio Nacional de Migración de Panamá.

El cambio es motivo de celebración entre quienes llevan años pidiendo restricciones más estrictas.

Bajo el mandato de Biden, “la dirección de la Casa Blanca promovió una narrativa de impotencia en materia de inmigración”, dijo Kenneth T. Cuccinelli II, exvicesecretario de Seguridad Nacional en funciones durante el primer gobierno de Trump.

“Asegurar la frontera es fácil si se tiene la voluntad de hacerlo”, dijo Cuccinelli, un notorio político de línea dura en cuestiones de inmigración. “En el primer gobierno de Trump, Trump no tuvo la voluntad de hacerlo”, argumentó. “Pero ahora sí la tiene”.

La postura robustecida de Trump sobre la inmigración es, en cierto modo, una prolongación de las medidas adoptadas por Biden al final de su mandato. Biden había promovido políticas menos restrictivas que aumentaron el número de inmigrantes que entraban en Estados Unidos durante sus tres primeros años de mandato.

Pero a medida que crecía la reacción negativa ante dicho aumento, Biden prohibió el asilo a los migrantes si cruzaban ilegalmente y presionó a los gobiernos de México y Panamá para que hicieran más por frenar los flujos migratorios, entregando a su sucesor una situación relativamente tranquila en la frontera.

El sentimiento político en Estados Unidos también ha cambiado. Los líderes que antes defendían sus ciudades como santuarios para los migrantes están cada vez más callados en su resistencia a las políticas de Trump. Y algunos gobernadores demócratas han destacado áreas de posible cooperación en materia de aplicación de las leyes migratorias.

Tras su toma de posesión en enero, Trump siguió adelante con sus medidas antiinmigración. Entre ellas, utilizar la base militar estadounidense de la bahía de Guantánamo, Cuba, para retener a inmigrantes; lanzar mensajes en internet para burlarse y amenazar a posibles inmigrantes; y prometer la revocación de los visados a los funcionarios extranjeros que se considere que facilitan la inmigración ilegal a Estados Unidos.

Aun así, abundan las reservas. Una pausa similar en la migración al comienzo del primer mandato de Trump, aunque menos precipitada que el descenso actual, resultó ser temporal. Los expertos en migración advierten que las sanciones y otras medidas dirigidas contra Venezuela y Cuba, dos grandes fuentes de migración, podrían empeorar las condiciones económicas en esos países y producir un nuevo éxodo.

La adopción de aranceles por parte del gobierno de Trump también está afectando a las economías más grandes de la región, lo que podría intensificar la desesperación económica entre las familias pobres que luchan por salir adelante, uno de los principales factores que influyen en la migración. La incertidumbre sobre los aranceles podría ya haber empujado a México a una recesión, según temen los economistas.

Pero los acontecimientos sobre el terreno en México ilustran cómo está cambiando la dinámica migratoria.

Una mañana reciente, cientos de migrantes hacían fila bajo un sol abrasador ante las oficinas de la COMAR, la agencia mexicana de ayuda a refugiados, en Ciudad de México.

Muchos llevaban haciendo fila desde el amanecer, y otros habían acampado fuera del edificio, durmiendo en las aceras o en medio de un camino de tierra, con la esperanza de aumentar sus posibilidades de conseguir una cita e iniciar su proceso de asilo.

“Obviamente nuestro plan no era quedarnos aquí”, afirmó Peter Martínez, migrante de Cuba, quien dijo que su cita para el asilo en Estados Unidos se canceló en enero.

Cuando se le preguntó si pensaba volver a Cuba, dadas las dificultades, dijo: “México puede ser bravo, peligroso y difícil, pero sigue siendo mejor opción que regresar a nuestro país”.

Muchos migrantes como Martínez están varados en México y se lo están pensando dos veces antes de cruzar a Estados Unidos. Algunos planean quedarse en México, mientras que otros hacen todo lo posible por regresar a su país.

El número de migrantes en México que buscan ayuda para regresar a sus países aumentó a 2862 en enero y febrero, según la Organización Internacional para las Migraciones, informó Reuters.

Una encuesta realizada en enero por el Comité Internacional de Rescate a más de 600 migrantes también reveló que el 44 por ciento de los encuestados que inicialmente habían tenido la intención de llegar a Estados Unidos ahora planeaban quedarse en México.

“Cuando la gente ve que se le cierra una puerta enfrente, otra ventana se abre”, dijo Rafael Velásquez García, exjefe de la oficina del Comité Internacional de Rescate en México.

Esta decisión no viene sin limitaciones, dijo, entre ellas que los migrantes se enfrentan a importantes obstáculos para acceder al empleo.

En otros países de la región, los migrantes procedentes de Venezuela y otras naciones reciben automáticamente visados humanitarios que les permiten buscar trabajo. Pero en México, la única opción para los migrantes es solicitar asilo, lo que puede llevar meses.

Todo esto está ocurriendo antes de que se pongan en marcha otras medidas duras defendidas por Trump, como su promesa de aumentar drásticamente las deportaciones masivas. También tiene previsto invocar una antigua ley estadounidense, la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, para acelerar las expulsiones de inmigrantes indocumentados sin ofrecerles casi ninguna garantía procesal.

Los expertos en inmigración afirman que el paralelismo más cercano a la actual situación se remonta a la década de 1950, cuando la ira por la afluencia de trabajadores mexicanos dio lugar a la “Operación Espalda Mojada”, una breve ofensiva de estilo militar que tomó su nombre de un insulto utilizado para describir a los mexicanos que cruzaban la frontera y que pretendía deportar a más de un millón de inmigrantes mexicanos.

“Hay que remontarse al gobierno de Eisenhower para ver algo parecido”, dijo Isacson, experto en migraciones.

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