14:13 GMT - Thursday, 06 March, 2025

El caso (equivocado) para traicionar a Ucrania

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En tercer lugar, la cercanía de Putin a China no es un subproducto de la guerra en Ucrania. En todo caso, lo cierto es lo contrario: fue después de que anunciara su acuerdo de asociación “sin límites” con el líder de China, Xi Jinping, el 4 de febrero de 2022, cuando se sintió lo suficientemente seguro como para invadir Ucrania 20 días después. Esa asociación, que se había gestado durante años, se reafirmó hace solo unos días, a pesar de los esfuerzos transparentes de Trump por apaciguar a Putin. La razón es sencilla: cualesquiera que sean las debilidades a largo plazo de Rusia frente a China, Putin y Xi son aves de un mismo plumaje ideológico, empeñados en derrocar el orden internacional liberal liderado por Estados Unidos en favor de un orden autocrático revanchista.

Eso significa que el alejamiento de Ucrania por parte del gobierno de Trump no reforzará nuestra posición frente a China: solo le demostrará a Xi que, al final, la agresión se paga y Estados Unidos termina por plegarse. Esto no hará nada por separar a Moscú de Pekín; al contrario, profundizará su alianza y fomentará otros desafíos fundamentales al orden mundial, quizá ayudando conjuntamente a Irán a obtener armas nucleares, una receta mucho más segura para la Tercera Guerra Mundial que el apoyo continuado a Ucrania.

¿Cómo le suena eso a Marco Rubio, secretario de Estado estadounidense, o a Mike Waltz, asesor de seguridad nacional?

En cuarto lugar, la traición a Ucrania significa el probable fin de la OTAN. El propósito original de la alianza, según la famosa formulación de lord Ismay, su primer secretario general, era mantener a los estadounidenses en Europa, a los rusos afuera y a los alemanes subyugados. Con Trump, es algo parecido a lo contrario: Estados Unidos afuera, Rusia adentro y (el tipo equivocado de) alemanes empoderados.

Esta no es una fórmula para lograr que Europa asuma una mayor parte de la carga de la defensa común. Es una invitación al pandemónium. Algunos Estados europeos intentarán preservar una apariencia del antiguo orden liberal, otros se convertirán en clientes de Putin y otros darán rienda suelta a su política exterior de maneras impredecibles. Una de las fatuidades no menores del romance de JD Vance con Alternativa para Alemania es que el partido es antiestadounidense: su líder, Alice Weidel, ha comparado la posición de Alemania respecto a Estados Unidos con la de un esclavo.

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