El miércoles por la tarde, en su complejo de oficinas junto al mar en Doha, el primer ministro catarí creía haber llegado a un acuerdo. Los negociadores de Hamás, dirigidos por un corpulento exlegislador, habían dejado el despacho del primer ministro tras haber renunciado a una exigencia de última hora que constituía el último obstáculo importante para un alto al fuego en Gaza tras 466 días de guerra.
Los periodistas habían empezado a reunirse en un auditorio situado en la planta baja, esperando presenciar cómo el primer ministro, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, anunciaba que él y otros mediadores habían llegado finalmente a un acuerdo. Dos enviados estadounidenses se unieron al jeque Mohammed mientras este preparaba su declaración.
De repente, surgió un nuevo problema, según dos personas familiarizadas con las negociaciones.
En otra sala del sexto piso, la delegación israelí, encabezada por los jefes de las dos principales agencias de inteligencia de Israel, tenía su propia exigencia de última hora. El primer ministro Benjamín Netanyahu quería aclarar los nombres de un puñado de prisioneros palestinos que Israel liberaría durante la tregua.
Mientras sus asistentes intentaban resolver el último contratiempo, el jeque Mohammed se sentó en su despacho con Brett McGurk, el principal negociador del presidente Biden, y Steve Witkoff, el representante del presidente electo Donald Trump, con la esperanza de que sus esfuerzos no hubieran sido en vano.
Este relato de los últimos días de negociación se basa en conversaciones con nueve personas involucradas en los diálogos o informadas al respecto, algunas de las cuales hablaron bajo condición de anonimato para discutir asuntos diplomáticos delicados.
La tregua que se anunció finalmente en la tardía rueda de prensa, horas después de la nueva exigencia de Israel, apenas difería de las versiones promovidas durante la mayor parte del año pasado por los mediadores de Egipto, Catar y el gobierno de Biden, cuyos representantes se reunieron frecuentemente con las partes beligerantes en El Cairo, Doha y varias capitales europeas a lo largo de 2024.
Lo que impulsó el acuerdo la semana pasada fue la improbable asociación entre los enviados del actual y el futuro presidente de Estados Unidos, que trabajaron en conjunto con el primer ministro catarí en reuniones maratónicas a altas horas de la noche. Aunque Biden y Trump se han disputado el mérito, la realidad es que sus representantes fueron ambos cruciales para el impulso final, utilizando cada uno enfoques diferentes para empujar a los dirigentes israelíes hacia un acuerdo, mientras el jeque Mohammed se centraba en Hamás.
Desde el pasado domingo, las delegaciones israelí y palestina, así como los dos estadounidenses, pasaron largas jornadas en el complejo del primer ministro, cerca del antiguo mercado del centro de Doha. Las delegaciones, que no hablan directamente entre sí, se sentaron en diferentes salas de distintos pisos, y funcionarios cataríes y egipcios pasaban los mensajes entre ambas partes.
“No son socios naturales, pero la combinación de estas tres personas, y los tres mundos que representan, era lo único que iba a conseguirlo”, dijo Thomas R. Nides, exembajador de Estados Unidos en Israel. “Se necesitaba presión de todas partes: presión del mundo árabe, presión de Biden y presión de Trump”.
Una serie de funcionarios e interlocutores habían contribuido a impulsar las negociaciones durante más de un año; por la parte estadounidense, McGurk había ayudado a supervisar los esfuerzos de mediación de Estados Unidos desde las primeras semanas de la guerra junto con otros actores clave, entre ellos el jefe de la CIA, William J. Burns.
Pero en los últimos días, todo se redujo al triunvirato. Fue McGurk, un veterano diplomático centrado desde hace tiempo en Medio Oriente, quien ayudó a elaborar los complicados detalles del acuerdo hace casi un año. Fue Witkoff, un inversor inmobiliario que juega al golf con Trump, quien desempeñó un papel decisivo para convencer a Israel de que aceptara finalmente el contenido del acuerdo. Y fue el jeque Mohammed quien persuadió a Hamás para que hiciera concesiones clave, al tiempo que proporcionaba a ambas partes el espacio de oficinas en el que negociar los detalles finales.
El acuerdo que sellaron prevé una pausa de al menos seis semanas en los combates, durante la cual Hamás ha aceptado liberar gradualmente a 33 de los rehenes capturados durante la incursión del grupo contra Israel al comienzo de la guerra, el 7 de octubre de 2023. A cambio, Israel se ha comprometido a liberar gradualmente a unos mil presos palestinos, algunos de los cuales cumplen cadena perpetua por asesinato, y a permitir que cientos de miles de gazatíes desplazados regresen a sus hogares.
El acuerdo es muy similar a las propuestas que ambas partes estuvieron a punto de acordar entre mayo y julio de 2024. Aquellas conversaciones fracasaron en medio de disputas sobre si forjar una tregua permanente o temporal, sobre si permitir o no a los gazatíes desplazados regresar a sus hogares y cómo hacerlo, sobre cómo y cuándo podrían retirarse las tropas israelíes de Gaza y sobre el número de rehenes que Hamás podría liberar en las primeras semanas de tregua.
Como resultado, la guerra se prolongó, provocando la muerte de decenas de miles de palestinos más, así como de varios rehenes israelíes.
Los críticos acusaron a Netanyahu de sabotear las conversaciones para evitar el colapso de su coalición de gobierno, que incluía a legisladores que se oponían a un acuerdo. Otros dijeron que Hamás había prolongado intencionadamente las negociaciones con la esperanza de que Israel se enzarzara en un conflicto regional más amplio con los aliados de Hamás en Líbano, Irán y Yemen. En ocasiones, Catar se negó a seguir mediando, acusando a ambas partes de un compromiso poco entusiasta.
El impulso volvió tras la reelección de Trump en noviembre, incluso antes de que el presidente electo advirtiera a Hamás de que habría “graves consecuencias” si no se liberaba a los rehenes antes de su toma de posesión. Nombró a Witkoff, quien no tenía experiencia diplomática pero sí crecientes relaciones empresariales en Catar, como su emisario en Medio Oriente. Witkoff había estado jugando al golf con Trump en septiembre, durante lo que las fuerzas del orden dijeron que era un atentado contra la vida del expresidente y futuro presidente.
Con discreción, miembros del gobierno de Biden se pusieron en contacto con Witkoff para ver si podían colaborar en las discusiones sobre el alto al fuego, según dos personas familiarizadas con las conversaciones. A pesar de los enormes abismos políticos entre sus jefes, McGurk y Witkoff empezaron a coordinarse, a veces hablando varias veces al día, según una de las personas.
Sin embargo, seguían existiendo grandes diferencias entre Hamás e Israel. Poco antes de Navidad, cuando apenas quedaban unas semanas de la presidencia de Biden, McGurk regresó abatido de un viaje a Doha. Dijo a los cataríes que no volaría de vuelta a menos que Hamás diera una señal clara de su interés por un acuerdo, según dos personas familiarizadas con su forma de pensar.
Ese momento llegó en los primeros días de enero, según dos personas implicadas en el proceso. El jeque Mohammed convenció a Hamás de que confirmara los nombres de más de 30 rehenes que serían liberados durante las primeras seis semanas de tregua, una medida largamente esperada que sugería que el grupo estaba realmente interesado en un acuerdo, dijeron estas personas. La razón del cambio de Hamás sigue sin estar clara, pero los analistas afirman que el creciente dominio de Israel sobre los principales aliados de Hamás, Hizbulá e Irán, hizo que el grupo se sintiera aislado, mientras que sus propias pérdidas en el campo de batalla de Gaza lo debilitaron.
McGurk fue informado del avance mientras asistía a la fiesta de cumpleaños de su hija en un parque de trampolines cubierto el 4 de enero, según dos personas familiarizadas con el evento. Abandonó la fiesta antes de que esta terminara y voló inmediatamente a Doha para reunirse con el jeque Mohammed, sus homólogos egipcios y los negociadores israelíes. Witkoff se reunió con él el 10 de enero, y ambos acordaron con el jeque Mohammed que los estadounidenses se centrarían conjuntamente en persuadir a Israel, mientras que el primer ministro presionaría a Hamás.
Las principales diferencias restantes se centraban en la profundidad de una zona de amortiguamiento que Israel pretendía mantener dentro de las fronteras de Gaza, así como en el número de prisioneros que debían intercambiarse por rehenes heridos y enfermos.
Fue una visita con poca antelación de Witkoff a Jerusalén el sábado pasado, el sabbat judío, lo que supuso un nuevo avance, según cuatro funcionarios informados de la reunión.
Witkoff se sentó con Netanyahu y funcionarios de alto rango israelíes en el despacho del primer ministro en Jerusalén, y McGurk se unió a la conversación por teléfono.
Los dos estadounidenses presionaron a Netanyahu para que moderara su posición sobre los dos últimos grandes obstáculos, según una persona familiarizada con la discusión. McGurk advirtió al dirigente israelí de que se arriesgaba a perder su mejor oportunidad de sellar un acuerdo. Entonces Witkoff ejerció la presión necesaria, recalcando a Netanyahu que Trump quería que se cerrara el acuerdo, dijo la persona.
Tras la reunión, Netanyahu pareció cambiar de actitud, dijeron cuatro funcionarios. Inmediatamente ordenó a sus cuatro principales negociadores —incluidos David Barnea, jefe de la agencia de inteligencia exterior de Israel, y Ronen Bar, jefe del espionaje interior israelí— que fueran a Doha.
Durante los cuatro días siguientes, el jeque Mohammed organizó una maratónica serie de reuniones, la mayoría en su despacho personal, en las que funcionarios de Hamás, negociadores israelíes, agentes de los servicios de inteligencia egipcios y los dos estadounidenses hablaron con él, a veces hasta altas horas de la madrugada.
Los equipos de Israel y de Hamás, situados en pisos distintos, nunca se veían; se turnaban para entrar en el despacho del primer ministro y recibir información actualizada sobre la última posición de su enemigo.
A veces, los avances se veían obstaculizados por la naturaleza de la estructura de mando de Hamás, que obligaba a sus dirigentes en Catar a comprobar ciertos detalles con sus homólogos en Gaza, todos ellos escondidos y de difícil acceso.
McGurk y Witkoff también se comunicaban a menudo con sus respectivos jefes; en ocasiones, McGurk hablaba con Biden mientras Witkoff, a pocos metros de distancia, hablaba por teléfono con Trump o su equipo, según una persona familiarizada con la escena.
“Negociábamos palabra por palabra, frase por frase y expresión por expresión”, dijo Mohammed Al Khulaifi, ministro de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores catarí. “Llega a ser agotador mental y físicamente”.
El mayor avance se produjo cerca de la medianoche del domingo, según tres personas familiarizadas con el momento.
El jeque Mohammed dijo a los dos estadounidenses que el acuerdo podría cerrarse si Israel podía hacer dos concesiones más, según una de las personas.
McGurk y Witkoff caminaron juntos por el pasillo hasta la habitación de los israelíes, donde los negociadores ya estaban hablando por teléfono con Netanyahu. Al unirse a la llamada, los estadounidenses dijeron al dirigente israelí que se podría llegar a un acuerdo si este accedía a aumentar ligeramente el número de prisioneros implicados en el canje, así como a disminuir ligeramente la profundidad de la zona de amortiguamiento.
Tras un fuerte debate en hebreo entre Netanyahu y su equipo, aceptaron la concesión.
Los estadounidenses volvieron a poner al día al jeque Mohammed.
“Tendremos un acuerdo”, dijo el dirigente catarí a los enviados, según la persona familiarizada con la escena.
Tras un año de fracasos, hacia la medianoche del domingo, pensaron que tenían un acuerdo, sujeto a discusiones sobre los pequeños detalles finales.
Aun así, el miércoles hubo más contratiempos. Con la reunión informativa programada para la tarde, Hamás intentó de repente reabrir una discusión sobre cuánto terreno seguirían controlando los soldados israelíes a lo largo de la frontera entre Egipto y Gaza.
Luego, después de que los dirigentes egipcios y cataríes persuadieran a Hamás para que diera marcha atrás, Israel presionó para que se aclarara qué prisioneros palestinos serían liberados.
A miles de kilómetros de distancia, en el Despacho Oval, Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional, estaba sentado con el presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, esperando noticias de McGurk.
Incluso cuando el jeque Mohammed anunció finalmente el acuerdo el miércoles por la noche, las dos partes seguían aclarando la identidad de los últimos prisioneros, según una persona familiarizada con el debate.
Pero McGurk y Witkoff se sintieron lo bastante seguros como para informar a sus jefes de que se alcanzaría un alto al fuego, dijo una persona familiarizada con la escena.
Las últimas discusiones continuaron el jueves y McGurk y Witkoff abandonaron finalmente Catar esa noche.
El acuerdo estaba consolidado, al igual que uno de los emparejamientos más improbables de la historia diplomática.