12:24 GMT - Thursday, 06 March, 2025

El rey Carlos III, diplomático discreto, da un paso al frente

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El rey Carlos III voló el martes en helicóptero hasta el HMS Prince of Wales, en el canal de la Mancha, donde conversó con marineros y observó el despegue de cazas desde la cubierta del buque, un portaaviones de la Marina Real británica. Podría haber sido una grata escapada de su repentinamente complicada vida social.

En un lapso de cinco días, Carlos había invitado al presidente Donald Trump a una segunda visita de Estado al Reino Unido, algo poco habitual, y luego recibió en su finca, al noreste de Londres, a dos de los mayores antagonistas de Trump: el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.

Ninguno de esos gestos de Carlos fue abiertamente político. Como es habitual en la monarquía constitucional británica, actuó a instancias del gobierno. Sin embargo, esos gestos han metido al rey, de 76 años, en un drama diplomático de una forma casi inaudita para un soberano británico.

La invitación de Carlos a Trump, entregada a bombo y platillo por el primer ministro Keir Starmer el jueves en el Despacho Oval, se ha vuelto más polémica desde que el presidente se enfrentó a Zelenski por el apoyo estadounidense a Ucrania, al día siguiente de su sesión con Starmer, que fue más armoniosa.

Detengan ahora la visita de Estado del ‘agresor’ Trump”, decía en la portada el tabloide de derecha The Mail, el domingo. Citaba un coro de exigencias de legisladores y otros críticos de que el gobierno rescindiera la invitación a Trump para comunicar su solidaridad con Ucrania y el disgusto del Reino Unido con el presidente.

Simbólicamente, Carlos puede haber hecho la segunda mejor opción: acoger a Zelenski en su finca, Sandringham, después de que el presidente asistiera el domingo a una cumbre dedicada a Ucrania. El Palacio de Buckingham no reveló de qué hablaron, pero dijo que Zelenski fue “calurosamente recibido” por Carlos, quien le sirvió té en el salón de Sandringham.

Para los críticos de Trump, la cereza del pastel llegó el lunes, cuando Trudeau, cuyo país se ha visto sometido a amplios aranceles estadounidenses y que Trump dice que quiere anexionarse como el 51.º estado, viajó a Sandringham para reunirse con Carlos. El rey, por supuesto, es también el jefe de Estado ceremonial de Canadá.

Trudeau dijo en una publicación en las redes sociales que hablaron de “asuntos de importancia para los canadienses, incluido, sobre todo, el futuro soberano e independiente de Canadá”. Carlos guardó silencio, lo que frustró a algunos políticos canadienses, quienes argumentaron que debería haber reafirmado públicamente la soberanía de Canadá. Dado su papel no político, eso no iba a ocurrir. Pero a nadie se le escapó el simbolismo del soberano, sonriendo mientras saludaba a un primer ministro al que Trump se refiere como gobernador.

“Ha sido una semana muy interesante para la diplomacia británica y real”, dijo Ed Owens, historiador de la realeza. “La gente ha hablado de cómo la familia real se ha convertido en un arma secreta de la diplomacia británica. Hemos visto a Keir Starmer esgrimir al rey y a la monarquía como tales en sus interacciones con Trump”.

Owens dijo que el arraigado afecto de Trump por el rey y la familia real era un factor intangible que podría quedar grabado en la mente del presidente estadounidense cuando trate con el Reino Unido sobre Ucrania. Starmer se ha posicionado como puente entre Europa y Estados Unidos en este asunto. Y el presidente se mostró claramente encantado con la invitación de Carlos.

“Un hombre hermoso, un hombre maravilloso”, dijo un radiante Trump a Starmer, desde la misma silla en la que se sentó 24 horas después, mientras reprendía a Zelenski, diciéndole al presidente ucraniano: “No nos digas lo que vamos a sentir. No estás en posición de dictarlo”.

El Palacio de Buckingham declinó hacer comentarios sobre el estado de la invitación a Trump, señalando que el gobierno es el encargado de tales asuntos. El domingo, Starmer rechazó las peticiones de que se cancelara la visita, y dijo en una entrevista a la BBC que los críticos estaban “intentando exacerbar la retórica sin apreciar realmente lo que está en juego, que es lo más importante: estamos hablando de la paz en Europa”.

Dos personas con conocimiento del palacio dijeron que era muy poco probable que se rescindiera la invitación, dada la animosidad que generaría con la Casa Blanca, aunque el reto de hacer coincidir los calendarios de dos jefes de Estado podría significar que la visita de Estado no tenga lugar en meses, añadieron.

En su carta, el rey abordó la idea de que Trump le viera primero en Escocia, donde el presidente tiene un club de golf, Trump Turnberry, y Carlos un castillo, Balmoral, para hacer los preparativos de la visita de Estado más adelante. La reunión de Escocia sería más informal, sin la guardia de honor ni el fastuoso banquete en el palacio de Buckingham que Trump disfrutó en su última visita de Estado en 2019.

“La idea de que se retrase indefinidamente hasta que se alcance un acuerdo de paz, en términos que sean aceptables para Ucrania y Europa, es interesante”, dijo Owens, y añadió que la familia real “ha comprado para el Reino Unido una influencia dentro de estas negociaciones que quizá no hubiera tenido de otro modo”.

A pesar de su adhesión al papel apolítico del monarca, Carlos es conocido por tener más conciencia y opiniones políticas que su difunta madre, la reina Isabel II. Al principio de su reinado, fue criticado por recibir en el castillo de Windsor a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, después de que ella firmara un acuerdo sobre Irlanda del Norte con Rishi Sunak, quien entonces era primer ministro británico.

Los críticos vieron en ello un respaldo de la realeza al acuerdo del gobierno. Dijeron que Carlos, cuyo apoyo a la Unión Europea estaba bien documentado, se había dejado utilizar por Downing Street.

El rey ha demostrado su apoyo a Ucrania con declaraciones y visitas periódicas a organizaciones de ayuda a los refugiados de la guerra. Al principio del conflicto, cuando aún era príncipe de Gales, visitó a un grupo en Londres y habló con una familia que había sido evacuada de Járkov, en el este de Ucrania.

“¿Cuál creen que es el objetivo de los rusos?”, les preguntó Carlos. “¿Es sacar a la gente?”

Dados los fuertes sentimientos del rey y lo delicado del momento, los observadores de la realeza dijeron que el gobierno debería tener cuidado de no extender demasiado lo que hasta ahora ha sido un papel beneficioso. Su valor como agente del “poder blando” británico, dicen, reside en que está por encima de la política.

Incluso su largamente planeada visita al portaaviones fue simbólica, dada la promesa británica de desplegar soldados en una fuerza de mantenimiento de la paz para Ucrania. El HMS Prince of Wales está realizando ejercicios de entrenamiento antes de desplegarse en una misión de ocho meses en Asia.

Dirigiéndose a los miembros de la tripulación con su uniforme de gala, Carlos podría haberse dirigido a Starmer, un primer ministro relativamente nuevo, quien ha estado luchando por calmar la tempestad entre Ucrania y Estados Unidos.

“El despliegue que harán en el próximo mes se produce en medio de nuevos retos en un mundo cada vez más cambiante e impredecible”, dijo el rey. “Sin duda exigirá tenacidad y determinación, tanto en el mar como para los que se quedan en casa”.

Mark Landler es el jefe de la corresponsalía en Londres del Times. Cubre el Reino Unido así como la política exterior estadounidense en Europa, Asia y Medio Oriente. Es periodista desde hace más de tres décadas. Más de Mark Landler

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