El presidente de Rusia, Vladimir Putin, subió al escenario en Sochi, Rusia, el pasado otoño, dos días después de que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales de Estados Unidos, y habló del amanecer de un nuevo orden mundial.
“En cierto sentido”, dijo Putin, “se acerca el momento de la verdad”.
Puede que ya haya llegado.
Tras tres años de guerra encarnizada y aislamiento por parte de Occidente, se ha abierto un mundo de nuevas posibilidades para Putin con el cambio de poder en Washington.
Atrás han quedado las declaraciones de la Sala Este de la Casa Blanca sobre Estados Unidos enfrentando a los abusivos, apoyando la democracia frente a la autocracia y garantizando que la libertad prevalecerá.
También quedó en el pasado el frente unido de Washington contra Rusia con sus aliados europeos, muchos de los cuales han empezado a preguntarse si la nueva administración estadounidense los protegerá de un Moscú revanchista, o si siquiera mantendrá soldados en Europa.
Trump, después de manifestar su deseo de tomar Groenlandia, ha buscado un rápido acercamiento al Kremlin, al tiempo que ha dejado de lado a los conmocionados aliados europeos y ha atacado públicamente al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Se trata de un rápido cambio de suerte para Putin. Él se empecinó en el campo de batalla —a pesar de las crecientes presiones y costos— para esperar la resolución occidental en un conflicto mucho más largo y oneroso de lo que Moscú esperaba. Ahora, puede que el líder ruso crea que ha llegado su momento de cambiar el equilibrio de poder a favor del Kremlin, no solo en Ucrania.
“Creo que ve una oportunidad real, tanto para ganar la guerra en Ucrania, de manera efectiva, como para marginar a Estados Unidos no solo de Ucrania, sino también de Europa”, dijo Max Bergmann, analista de Rusia en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, quien trabajó en el Departamento de Estado durante el gobierno de Obama.
El “grandioso objetivo” del dirigente ruso, dijo Bergmann, es la destrucción de la OTAN, la alianza militar de 32 países liderada por Estados Unidos, que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial para proteger a Europa Occidental de la Unión Soviética.
“Creo que ahora mismo todo eso está sobre la mesa”, dijo Bergmann.
La apertura representa una de las mayores oportunidades para Putin en su cuarto de siglo en el poder en Rusia.
Durante años, Putin ha lamentado la debilidad que Rusia mostró en la década posterior a la caída de la Unión Soviética y se ha obsesionado en revertir la influencia que Estados Unidos ha ganado desde entonces en Europa a costa del Kremlin.
Antes de la invasión rusa de Ucrania hace tres años, Putin exigió a Estados Unidos y a sus aliados europeos algo que iba mucho más allá de Ucrania, proponiendo la resurrección de esferas de influencia al estilo de la Guerra Fría en una Europa dividida entre Moscú y Washington.
Exigió que la OTAN se comprometiera a no expandirse más al este, hacia ninguna nación de la antigua Unión Soviética, incluida Ucrania. También pidió a Estados Unidos y a sus aliados de Europa Occidental que no desplegaran fuerzas militares ni armamento en los países de Europa Central y Oriental que antaño respondían a Moscú.
Muchas de esas naciones, como Estonia, Polonia y Rumania, son miembros de la OTAN desde hace décadas, y sería difícil defenderlas de una invasión rusa sin tropas y equipos previamente posicionados.
“En opinión de Putin, son los países más poderosos los que deben determinar las reglas del juego”, dijo Angela Stent, profesora emérita de gobierno en la Universidad de Georgetown. “Los países más pequeños, les guste o no, tienen que escucharlos”.
No importa, dijo Stent, que Rusia carezca de una economía de superpotencia. “Pero tiene armas nucleares, tiene petróleo y gas y un veto en el Consejo de Seguridad de la ONU”, dijo. “Es solo poder, poder duro”.
En aquel momento, Occidente rechazó inmediatamente las propuestas prebélicas de Putin, considerándolas impensables. Ahora es casi seguro que el líder ruso las revivirá en las inminentes negociaciones con Trump, quien desde hace muchos años es un escéptico de la OTAN y de la presencia de soldados estadounidenses en Europa. Esto ha provocado una crisis entre los aliados europeos, quienes están preocupados por lo que podría ceder el presidente estadounidense.
“En este momento está ocurriendo algo muy grande”, dijo Lawrence Freedman, profesor emérito de estudios bélicos del King’s College de Londres. “Esto no es lo de siempre. Este es un gobierno muy diferente, y es muy difícil ver cómo las relaciones transatlánticas serán las mismas al final de esto”.
Aunque el regreso de Trump haya cambiado el entorno geopolítico a favor de Putin, el dirigente ruso ha sufrido graves reveses durante tres años de guerra, y hasta ahora no ha logrado su objetivo de devolver Ucrania a la órbita de Moscú.
La economía de guerra de Rusia está mostrando tensiones, con una inflación del 10 por ciento, tasas de interés por las nubes y un crecimiento económico vacilante, a pesar de los colosales gastos en defensa del Estado. La OTAN se ha expandido para incluir dos naciones más cerca de Rusia, Finlandia y Suecia, lo contrario de lo que pretendía Putin.
“Si estás sentado en el Kremlin mirando esto, sí, hay una oportunidad, pero no te hagas demasiadas ilusiones”, dijo Thomas Graham, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, quien fue uno de los principales asesores de la Casa Blanca sobre Rusia durante el gobierno de George W. Bush. “Muchas cosas podrían cambiar rápidamente y, a fin de cuentas, Trump no es de fiar”.
Para poner fin a la guerra, añadió Graham, ambas partes deben acordar dejar de luchar. Lo más probable es que Ucrania y sus partidarios europeos no acepten sin más un trato injusto de Trump con Putin, a pesar de la intensa presión a la que podrían verse sometidos desde Washington.
“Esto es mucho más complicado que el simple hecho de que Putin y Trump se sienten y firmen un papel preparado básicamente por Putin”, dijo Graham, señalando que él “no descorcharía el champán en Moscú ahora mismo”, aunque Rusia parezca estar en mejor posición que antes.
De cara a las conversaciones, Trump se enfrenta a la dificultad añadida de que Putin no es una figura popular entre la opinión pública estadounidense. Cualquier acuerdo visto como un apaciguamiento del Kremlin podría resultar difícil de vender en casa, aunque la gran mayoría de los estadounidenses están a favor de un final rápido del conflicto, que Trump prometió durante la campaña electoral.
El año pasado, más de ocho de cada 10 estadounidenses expresaron una opinión negativa de Rusia, y el 88 por ciento dijo que no confiaba en que Putin hiciera lo correcto en asuntos internacionales, según una encuesta del Centro de Investigación Pew. Casi dos tercios de los encuestados calificaron a Rusia de enemigo de Estados Unidos.
El propio secretario de Estado de Trump, Marco Rubio, quien ha dirigido las conversaciones hasta ahora, ha calificado en el pasado a Putin de “sanguinario”, “carnicero” y “monstruo”.
Sin embargo, Putin se ha beneficiado de los cambios en el panorama informativo y de la creciente admiración en el universo mediático de derecha, encabezado por Tucker Carlson, expresentador de Fox News, quien visitó Moscú para entrevistarlo el año pasado.
Hace tres años, los ucranianos recurrieron con éxito a Twitter para popularizar su causa en todo el mundo al comienzo de la invasión. Pero la desinformación, que a menudo favorece al Kremlin, ha prosperado en la plataforma desde que Elon Musk se hizo cargo de la empresa en 2022 y posteriormente rebautizó al gigante de las redes sociales como X.
El año pasado, los fiscales federales dijeron que habían descubierto una campaña rusa encubierta para difundir mensajes que favorecían al Kremlin canalizando dinero a influentes de la derecha estadounidense a través de una empresa de medios de comunicación con sede en Tennessee.
Los países occidentales que se alinearon contra Putin enfrentan sus propios problemas en casa. Los dos países más influyentes de Europa continental —Francia y Alemania— llevan meses sumidos en la disfunción política y atenazados por el ascenso de partidos de extrema derecha afines al Kremlin, que ahora gozan del respaldo de funcionarios rusos y estadounidenses.
En Estados Unidos, el secretario de Defensa de Trump ha ordenado a los dirigentes de alto rango que inicien el proceso de identificar recortes importantes en el gasto militar. Algunos altos funcionarios recién llegados al Pentágono han presionado por una retirada significativa de las fuerzas estadounidenses de Europa para enfocarse en China, argumentando que los europeos pueden ocuparse de su propia defensa.
Putin y sus asesores recibirían con satisfacción el cambio.
“Imagino que, si son inteligentes, seguirán el ejemplo de Napoleón: cuando tu enemigo se está destruyendo a sí mismo, no interfieras”, dijo Graham. “Creo que esa sería la estrategia en este momento”.
Alina Lobzina colaboró con reportería.
Paul Sonne es un corresponsal internacional que se enfoca en Rusia y las diversas repercusiones de la política interior y exterior del presidente Vladimir Putin, con especial atención a la guerra contra Ucrania. Más de Paul Sonne