Ante la amenaza de aranceles del presidente Donald Trump tras su toma de posesión, México hizo todo lo posible por cumplir sus peticiones.
Casi de inmediato, el gobierno se movilizó para asegurar su frontera norte y obstaculizar así de manera significativa la migración a Estados Unidos. Después persiguió a los líderes de los cárteles en un peligroso bastión de producción de fentanilo. Y, la semana pasada, en una acción sin precedentes, puso en custodia estadounidense a 29 de los líderes del narcotráfico más poderosos del país.
Pero incluso después de esto, Trump impuso aranceles, lo que afectó los mercados mundiales. La medida dejó a los funcionarios de ambos países desconcertados sobre lo que la Casa Blanca pretendía conseguir y planteándose la misma pregunta: ¿cuál era el objetivo final de Trump?
Incluso algunas personas cercanas al presidente parecen no estar de acuerdo sobre la respuesta.
Algunos asesores externos predicen que los aranceles, que actualmente son del 25 por ciento sobre la mayoría de las importaciones procedentes de México y Canadá, serán un flujo constante de ingresos para Estados Unidos.
Otros sostienen que son un intento de Trump de alterar el orden global y mostrar su fuerza en la escena mundial.
Muchos creen que el presidente estadounidense, quien ha considerado los déficits comerciales como una crisis por décadas, simplemente está intentando cumplir una amenaza que ha lanzado sobre México durante meses. Al proseguir con la medida, afirman, Trump pretende asegurarse de que los líderes mundiales lo consideran como un líder poderoso mientras impulsa su agenda de política exterior en otros lugares complejos en el mundo, como Gaza y Ucrania.
Trump había anunciado inicialmente los aranceles poco después de asumir el cargo. Pero retrasó su imposición justo antes de que entraran en vigor a principios de febrero, después de hablar con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Les dio otros 30 días para que mostraran resultados.
El lunes, la Casa Blanca dijo que los aranceles se impondrían porque tanto México como Canadá “no habían abordado adecuadamente” el flujo de drogas a Estados Unidos, y señaló que los cárteles tienen “una relación intolerable con el gobierno de México”.
Esa declaración ha hecho que algunos expertos en México teoricen que quizá Trump quería que México persiguiera con más dureza a los políticos acusados de corrupción.
“Trump sigue insistiendo en ese tema y Sheinbaum no ha hecho nada sobre esos vínculos”, dijo Eduardo Guerrero, analista de seguridad radicado en Ciudad de México.
Sin embargo, por el momento había poco más que teorías. Y al margen de cuáles puedan ser las motivaciones reales de Trump, sus decisiones han generado un estado de confusión y frustración a ambos lados de la frontera.
Dos funcionarios mexicanos dijeron que habían llegado al límite de lo que podían ofrecer para evitar los aranceles, y que no estaba claro qué más podría haber hecho México en materia de seguridad. No obstante, advirtieron de que aún no sabían muy bien qué más podría querer Trump.
Las medidas de Trump también han desconcertado a algunos funcionarios estadounidenses que han trabajado por años en cuestiones relacionadas con los cárteles del narcotráfico. Expresaron su preocupación debido a que, sin un camino claro, los aranceles pudieran poner en peligro cualquier cooperación futura en materia de seguridad con México, según dos personas familiarizadas con el tema.
Incluso algunas personas en el gobierno de Trump reconocieron que la imposición de los aranceles podría haber agotado finalmente la disposición del gobierno mexicano a colaborar con Estados Unidos y que el país podría tener poca capacidad adicional para obtener nuevas victorias.
Pero aunque hubo cierto rechazo interno a los aranceles, los asesores de Trump ya no externan el tipo de desacuerdo enérgico sobre lo que él quiere, como manifestaron durante su primer mandato.
La perplejidad por los aranceles se hizo sentir incluso después de las reuniones de alto nivel celebradas la semana pasada en Washington entre una delegación de México y funcionarios de alto rango estadounidenses para negociar un acuerdo de seguridad entre ambos países.
Desde el punto de vista de México, el objetivo de las conversaciones era evitar por completo los aranceles, reafirmando el deseo de México de colaborar con Estados Unidos en el combate a los cárteles y en la contención del ingreso de drogas ilícitas por la frontera.
Los funcionarios estadounidenses utilizaron las conversaciones como telón de fondo para revelar un avance secreto pero espectacular que esperaban que atrajera a Trump. Justo antes de que la delegación abandonara Washington, las autoridades mexicanas anunciaron que iban a poner bajo custodia estadounidense a decenas de líderes de cárteles e incluso a acelerar el proceso de entrega, eludiendo las leyes de extradición habituales en su país.
Esa medida, alabada como una victoria para Trump, fue considerada por muchos como uno de los esfuerzos más importantes de México en décadas para enviar a figuras del narcotráfico a enfrentarse a cargos en los tribunales federales estadounidenses. Aunque el acuerdo se basaba en negociaciones que habían comenzado durante el gobierno pasado, fue concluido de manera apresurada por diplomáticos y funcionarios encargados de hacer cumplir la ley a tiempo para que estuviera listo para las reuniones de la semana pasada, según las personas familiarizadas con el asunto.
Las personas trasladadas por México eran algunos de los líderes del narcotráfico más poderosos y violentos de la historia del país.
Entre ellos se encontraba Rafael Caro Quintero, integrante del Cártel de Sinaloa que fue el autor intelectual de la tortura y asesinato de Enrique Camarena, agente de la agencia antidrogas estadounidense que trabajaba encubierto en Guadalajara en 1985.
México también puso en manos estadounidenses a Miguel Ángel Treviño Morales, antiguo líder del Cártel de los Zetas, un grupo que contribuyó a perfeccionar la práctica de utilizar la violencia extrema como mensaje.
El traslado de esas figuras fue solo una de una serie de concesiones de México.
Desde que Trump empezó a plantear la idea de imponer aranceles en noviembre, el gobierno mexicano ha intensificado su actuación militar en el estado de Sinaloa, un importante centro de producción de fentanilo. La región es la base del Cártel de Sinaloa, al que el gobierno estadounidense culpa de gran parte de los opiáceos sintéticos que inundan la frontera.
Una serie de detenciones, redadas en laboratorios de drogas e incautaciones de fentanilo han afectado al centro de las operaciones del cártel en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, lo que ha llevado a algunos productores a interrumpir por completo la fabricación de la droga, según entrevistas con seis integrantes del cártel.
Sheinbaum anunció el despliegue de 10.000 soldados de la Guardia Nacional en la frontera a principios de febrero, y el gobierno ha intensificado la aplicación de la ley, lo que ha contribuido a una caída de las entradas ilegales en el país. Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de EE. UU., anunció la semana pasada que solo se había detenido a 200 personas en la frontera sur un sábado de febrero, lo que dijo que era la cifra diaria más baja en más de 15 años.
El anuncio de los aranceles del lunes fue recibido con conmoción en México, pero los expertos dijeron que era poco probable que, incluso después de lo que se consideró un castigo injusto, Sheinbaum terminara la colaboración en materia de seguridad. Los riesgos, dijeron, eran simplemente demasiado altos.
“A pesar de que es una mujer muy nacionalista y de izquierda, también es una mujer muy, muy pragmática en cuanto a la relación con Estados Unidos”, dijo Guerrero. “Y si le va mal sería un desastre”.