De pie en la rotonda del Capitolio, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, fue una invitada privilegiada en la toma de posesión del presidente Donald Trump.
Meloni, la única dirigente europea que asistió al acto el mes pasado, comparte muchos de los impulsos conservadores y nacionalistas de Trump. Se lleva bien con su asesor multimillonario Elon Musk. Muchos de sus partidarios esperan que la especial relación de la dirigente italiana con el mandatario estadounidense refuerce la posición de Italia, y la suya propia.
Pero incluso cuando Meloni se unió a la ovación de pie para el nuevo presidente estadounidense, Trump no tardó en recordarle a ella y a otros miembros de la derecha europea que puede ser tanto un adversario como un aliado.
“Sencillamente, pondré a Estados Unidos en primer lugar”, dijo Trump en su discurso de investidura. “Impondremos aranceles e impuestos a los países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos”.
Desde entonces, Trump ha advertido que “definitivamente” impondrá aranceles a Europa “muy pronto”, generando la misma desconfianza que sienten muchos europeos entre aquellos de la derecha que parecerían ser sus aliados naturales.
Mientras Trump promete no responder ante nadie al dar prioridad a los intereses estadounidenses, muchos partidos nacionalistas de Europa prometen hacer lo mismo con sus propios países. Las amenazas de Trump van al corazón de sus propias agendas, y podrían perjudicar a los principales electores sobre los que los partidos nacionalistas han ampliado su atractivo.
Las posibles tensiones en torno al comercio evidencian algunas de las contradicciones fundamentales que podrían surgir de una alianza internacional de nacionalistas, con interrogantes sobre si su amistad puede resistir una colisión de intereses contrapuestos. Los líderes también están preocupados por una posible desvinculación estadounidense de la seguridad de Europa y por las amenazas de Trump a los aliados que no cumplan los objetivos de gasto militar.
“Apoyar a un tipo que puede tener efectos negativos sobre tu país no es una buena estrategia”, afirmó Renaud Labaye, secretario general del partido ultraderechista Agrupación Nacional en la Asamblea Nacional de Francia.
Jordan Bardella, presidente de Agrupación Nacional, comentó el mes pasado que respetaba a Trump y que se sentía inspirado por la rapidez con la que llenaba aviones de deportados colombianos y amenazaba a ese país con aranceles si no los dejaban aterrizar.
No obstante, también se refirió a Trump como una amenaza existencial para Francia y Europa. Los aranceles que Trump pudiera imponer a la agricultura francesa perjudicarían a los agricultores franceses, cuyo apoyo Bardella no puede arriesgarse a perder.
“Si no defendemos nuestros intereses, vamos a desaparecer”, dijo la semana pasada en una conferencia de prensa.
Esa frialdad difiere de la reacción de Agrupación Nacional a la elección de Trump en 2017, cuando Marine Le Pen, expresidenta del partido, lo elogió efusivamente y acudió a la Torre Trump de Nueva York esperando —sin éxito— toparse con él en la víspera de su toma de posesión.
Labaye dijo que para Agrupación Nacional fue muy útil que Trump llevara la agenda antinmigración a un nivel global en 2017. Ahora, con el auge de los partidos nacionalistas en Europa, ya no necesitan tanto sus servicios.
El estilo del presidente Trump podría alejar a muchos votantes franceses, añadió Labaye. “No es nuestra cultura; exagerar, hablar mal de los demás, hablar ruidosamente,” dijo.
En todo caso, una asociación excesiva con Trump podría arriesgar la larga y cada vez más exitosa estrategia de Agrupación Nacional para “desdemonizar” la imagen del partido y ampliar su atractivo entre los votantes franceses.
“El trumpismo en la actualidad tiene un lado radical”, dijo Maya Kandel, investigadora que estudia la derecha en Estados Unidos y sus vínculos con Europa en la Universidad de la Sorbona de París. “No saben si quieren formar parte de eso o si quieren seguir con su plan de normalización”.
Sin embargo, por mucho que Trump haya generado nerviosismo entre sus aliados, su victoria también ha galvanizado a los partidos de derecha europeos, dando impulso al proyecto conservador que promueven.
Algunos, como Alternativa para Alemania, han aceptado abiertamente el respaldo de Musk, la mano derecha de Trump, con la esperanza de ganar nueva relevancia y legitimidad.
El partido, del que algunas secciones han sido clasificadas como extremistas por las agencias de inteligencia alemanas, solo ha experimentado un modesto repunte en las encuestas tras haber recibido el apoyo de Musk, y es posible que eso no esté relacionado con sus esfuerzos. Un sondeo reciente muestra que tres cuartas partes de los alemanes consideran “inaceptables” los intentos de Musk por influir en las elecciones alemanas.
El mismo sondeo reveló que el 71 por ciento de los encuestados en Alemania y el Reino Unido, donde Musk también se ha inmiscuido en el debate político, tienen una opinión negativa de él.
Por el momento, la mayor influencia de Trump puede estar en la imitación de sus tácticas, como demuestra una reunión de partidos de extrema derecha que se realizará este fin de semana en Madrid bajo el lema “Hagamos a Europa grande de nuevo”.
Se espera que entre los asistentes estén el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán; la francesa Le Pen; y Matteo Salvini, cuyo partido de la Liga forma parte de la coalición de gobierno de Meloni. Sin duda, se desharán en elogios hacia la nueva presidencia de Trump.
Los aliados de Meloni esperan que ella pueda mediar entre Estados Unidos y Europa en las negociaciones comerciales. “Queremos ser un puente”, declaró el lunes el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Antonio Tajani, al diario Corriere della Sera.
Los expertos advierten que, si intentara desempeñar el papel de persona cercana a Trump, Meloni también podría verse atrapada entre un presidente estadounidense notoriamente caprichoso y la Unión Europea, en caso de que la relación se volviera más adversa de lo que ya es.
En caso de conflicto sería difícil que Meloni se pusiera del lado de Trump, afirmó Jean-Pierre Darnis, profesor de la Universidad Costa Azul de Niza especializado en las relaciones exteriores italianas.
Italia es miembro fundador de la Unión Europea, y depende de esta como principal socio comercial y para obtener miles de millones en fondos de recuperación tras la pandemia.
“Lo primero es la UE”, dijo Darnis. “Luego lidias con Estados Unidos”.
Beniamino Irdi, investigador principal de la Iniciativa de Seguridad Transatlántica del Consejo Atlántico, dijo que por mucho que Meloni y Trump se llevaran bien, la afinidad política difícilmente podría sostener una relación con alguien como el mandatario estadounidense, quien generalmente ha adoptado un enfoque transaccional de las relaciones exteriores.
Su relación “puede dar a Meloni algún metro de ventaja en la línea de salida”, dijo Irdi, “pero no es suficiente”.
Eso puede ser especialmente cierto si están en juego los propios intereses de Italia.
Según un estudio de Prometeia, una consultora italiana, un aumento del 10 por ciento de los aranceles estadounidenses sobre los productos italianos costaría a Italia entre 4000 y 7000 millones de euros.
Trump ha amenazado con tomar represalias contra los países europeos que no cumplan los compromisos de gasto de la OTAN para sus ejércitos. Con un 1,5 por ciento de su producción gastada en defensa, Italia está muy por debajo del compromiso no oficial del 2 por ciento, y aún más por debajo del 5 por ciento que ahora exige Trump.
La cercanía de Meloni a Musk también la ha expuesto a las críticas de sus oponentes, quienes se apresuraron a señalar que en el pasado la dirigente italiana se ha opuesto a que actores extranjeros se inmiscuyan en la política interna de otros países.
Desde hace algún tiempo, Italia ha entablado conversaciones con SpaceX, la empresa de Musk, sobre un posible acuerdo para proporcionar comunicaciones seguras a funcionarios gubernamentales y militares a través de Starlink.
Pero cuando surgieron noticias sobre esas conversaciones, la oposición acusó a Meloni de acercarse a Musk a costa de una iniciativa de satélites que también estaba desarrollando la Unión Europea.
Meloni se defendió diciendo que solo estaba explorando la posibilidad y que, por ahora, no había una alternativa a los satélites de Musk.
En la misma rueda de prensa, también se enfrentó a múltiples preguntas sobre su relación con Musk y su interferencia en la política de otros países.
Hasta ahora, Meloni ha defendido a sus aliados.
“George Soros”, dijo, refiriéndose al multimillonario inversor estadounidense y antiguo donante del Partido Demócrata, cuyo apoyo a causas liberales lo ha convertido en un villano de la derecha. “Eso es lo que considero una interferencia peligrosa”.
Jim Tankersley colaboró con reportería desde Berlín.
Emma Bubola es periodista del Times y está radicada en Roma. Más de Emma Bubola
Catherine Porter es reportera internacional del Times y cubre Francia. Está radicada en París. Más de Catherine Porter