Sigue las reacciones a la propuesta del presidente Trump sobre Gaza.
El presidente Trump se regodeó mientras el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, elogiaba su “voluntad de pensar fuera del molde”. Pero en lo que respecta a Gaza, la propuesta que Trump planteó el martes estaba tan fuera del molde que ni siquiera estaba claro que supiera que había un molde.
El anuncio de Trump de que pretende hacerse con el control de Gaza, desplazar a la población palestina y convertir el enclave costero en “la Riviera de Medio Oriente” fue el tipo de cosa que podría haber dicho para provocar en The Howard Stern Show hace una o dos décadas. Provocador, intrigante, extravagante, escandaloso; y nada presidencial.
Pero ahora, en su segundo mandato en la Casa Blanca, Trump promueve ideas cada vez más descaradas sobre redibujar el mapa del mundo siguiendo la tradición del imperialismo del siglo XIX. Primero estaba lo de comprar Groenlandia, luego anexarse Canadá, reclamar el canal de Panamá y cambiar el nombre del Golfo de México. Y ahora prevé apoderarse de una zona de guerra devastada en Medio Oriente que ningún otro presidente estadounidense querría.
No importa que no pueda nombrar ninguna autoridad legal que permita a Estados Unidos imponer unilateralmente el control sobre un territorio ajeno, ni que la expulsión por la fuerza de toda una población constituya una violación del derecho internacional. No importa que reasentar a dos millones de palestinos fuera un desafío logístico y financiero gigantesco, por no hablar de su explosividad política. No importa que seguramente requeriría muchos miles de soldados estadounidenses y posiblemente desencadenaría más conflictos violentos.
La idea de Trump sería el compromiso más grande de poder y presupuesto estadounidenses en Medio Oriente desde la invasión y reconstrucción de Irak hace dos décadas. Y supondría un giro asombroso para un presidente que se postuló por primera vez en las elecciones de 2016 denunciando la construcción de naciones y prometiendo sacar a Estados Unidos de Medio Oriente.
“Se trata, literalmente, de la propuesta política más incomprensible que he oído jamás de un presidente estadounidense”, dijo Andrew Miller, exasesor de política de Medio Oriente de los presidentes Barack Obama y Joe Biden y ahora miembro del Centro para el Progreso Estadounidense.
Mientras muchos se preguntaban si eso era posible, Trump insistía en que hablaba en serio. “No ha sido una decisión tomada a la ligera”, dijo. Sin embargo, parecía tan fantasiosa, tan carente de detalles, tan en conflicto con la historia, que era difícil juzgarla a primera vista.
De hecho, parecía una idea que crecía a medida que avanzaba el día. Por la mañana, antes de que Netanyahu llegara a la Casa Blanca para reunirse con Trump, los ayudantes del presidente dijeron a los periodistas que se tardarían 15 años o más en reconstruir Gaza tras la destructiva guerra entre Israel y Hamás y que sería necesario trabajar con socios de la región para encontrar a los palestinos un lugar donde vivir temporalmente.
Por la tarde, mientras firmaba algunas órdenes ejecutivas, Trump dijo a los periodistas que los palestinos no tendrían “otra alternativa” más que abandonar Gaza, porque no era más que “un sitio de demolición”. Poco después, dio la bienvenida a Netanyahu al Despacho Oval y fue aún más lejos, diciendo que quería que “todos ellos” se marcharan y que los gazatíes debían “estar encantados” de vivir en un lugar mejor que él esperaba que Egipto y Jordania les proporcionaran.
El martes por la noche, en una conferencia de prensa oficial con Netanyahu en la Sala Este de la Casa Blanca, dio el paso definitivo al declarar no solo que los palestinos debían marcharse, sino que “Estados Unidos se hará cargo de la Franja de Gaza” y la reconstruirá para convertirla en un destino económico próspero.
No hablaba de una toma del poder temporal, sino de “una posición de propiedad a largo plazo” y dejó claro que no tenía intención de devolver Gaza a los palestinos, sino que la convertiría en un lugar “no para un grupo específico de personas, sino para todos”.
No dijo qué significaba eso exactamente. Tampoco dijo cómo lo lograría. Incluso pareció darse cuenta de lo descabellado que sonaba todo aquello. “No pretendo hacerme el gracioso, no pretendo hacerme el sabelotodo”, dijo en un momento dado. “¡Pero la Riviera de Medio Oriente!”.
Otros no vieron nada de gracioso ni de sabio en lo que equivalía a una “limpieza étnica con otro nombre”, como dijo el senador Chris Van Hollen, demócrata por Maryland.
“La idea de que Estados Unidos va a apoderarse de Gaza, incluso con el despliegue de soldados estadounidenses, no solo es extrema, sino que está completamente alejada de la realidad”, dijo Halie Soifer, directora ejecutiva del Consejo Democrático Judío de Estados Unidos. “¿En qué mundo está ocurriendo esto?”.
Khaled Elgindy, profesor visitante en el Centro de Estudios Árabes Contemporáneos de la Universidad de Georgetown, dijo que los comentarios de Trump eran “verdaderamente raros e incoherentes”, y planteaban más preguntas que respuestas.
“¿Está hablando en términos geopolíticos o simplemente considera Gaza como un enorme proyecto de desarrollo frente al mar?” preguntó Elgindy. “¿Y en beneficio de quién? Desde luego no de los palestinos, a quienes se va a ‘reubicar’ en masa. ¿Estados Unidos será el nuevo ocupante de Gaza, en sustitución de los israelíes? ¿A qué interés estadounidense puede servir esto?”.
Trump no se equivocó al decir que Gaza es “un infierno” tras más de un año de guerra desencadenada por el ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023. Las bombas y cohetes israelíes han arrasado la mayoría de sus edificios y destruido gran parte de la infraestructura necesaria para mantener a una población numerosa. Nadie más ha presentado ideas concretas y bien desarrolladas sobre cómo reconstruir Gaza ni ha ofrecido compromisos financieros tangibles para hacerlo.
No estaba claro si Netanyahu esperaba el plan de Trump, pero sonrió satisfecho cuando el presidente habló de sacar a todos los palestinos de Gaza permanentemente, una acción a la que Israel no se ha atrevido. Después de que Trump añadiera que Estados Unidos se haría cargo de Gaza por sí mismo, el dirigente israelí dijo que la propuesta era “algo que podría cambiar la historia” y que valía la pena “explorar esta opción”, sin respaldar explícitamente la idea.
Algunos partidarios de Israel se mostraron más efusivos, considerándola una forma de proteger el flanco occidental del país tras años de ataques desde Gaza.
“La propuesta de Trump de que Estados Unidos se haga cargo de la Franja de Gaza puede parecer fuera del molde”, escribió en las redes sociales David Friedman, quien fue embajador de Trump en Israel durante su primer mandato, “pero es brillante, histórica y la única idea que he oído en 50 años que tiene posibilidades de aportar seguridad, paz y prosperidad a esta problemática región”.
En una referencia a la finca de Trump en Florida, Mar-a-Lago, Friedman añadió con ironía: “¿Mar-a-Gaza, o Gaz-a-Lago?”.
Mort Klein, presidente nacional de la Organización Sionista de América, dijo en un comunicado que el anuncio de Trump “es una declaración extraordinaria que podría asegurar el fin del grupo terrorista islámico-árabe Hamás, y proteger el sur de Israel tras décadas de ataques terroristas y lanzamientos de misiles desde Hamás en Gaza. También será un paso importante hacia una paz real en la región”.
Como lo dijo Trump, toda la idea de sacar a una población y apoderarse de territorio extranjero sonaba como un negocio inmobiliario similar a los que ha perseguido durante toda su vida como promotor de bienes raíces.
Parecía estar retomando una idea planteada el año pasado por su yerno, Jared Kushner, quien señaló en una entrevista que “la propiedad costera de Gaza podría ser muy valiosa” y sugirió a Israel “trasladar a la gente y luego limpiarla”. Pero Kushner no parecía imaginarse la idea de forzar a los palestinos a salir permanentemente ni un control estadounidense sobre Gaza.
La idea de hacerse con la propiedad de Gaza introduciría a Estados Unidos en medio del conflicto palestino-israelí de un modo que los presidentes desde Harry Truman han intentado evitar. Durante mucho tiempo, Estados Unidos ha proporcionado armas a Israel, lo ha respaldado diplomáticamente y ha intentado negociar acuerdos de paz. Varios centenares de soldados estadounidenses han servido como fuerzas de paz en la península del Sinaí durante más de cuatro décadas, y Biden ordenó en dos ocasiones a las fuerzas aéreas y marítimas estadounidenses que defendieran a Israel el año pasado contra los ataques con misiles iraníes.
Pero los presidentes estadounidenses han evitado desplegar en Israel o en los territorios palestinos el tipo de gran fuerza de soldados estadounidenses de tierra que presumiblemente se necesitaría para tomar y mantener Gaza. Incluso el año pasado, cuando el ejército estadounidense erigió un muelle flotante temporal para entregar suministros humanitarios a Gaza, el gobierno de Biden se aseguró de que los soldados estadounidenses no desembarcaran.
Miller señaló que el costo de lo que Trump parecía prever “haría que el presupuesto de ayuda exterior de 40.000 millones de dólares que Trump y Elon Musk califican de despilfarro pareciera un error de redondeo”.
Aaron David Miller, antiguo negociador de paz en Medio Oriente que ahora trabaja en la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, dijo que la propuesta de Trump para Gaza contradecía fundamentalmente su propia aversión a la construcción de naciones y podría socavar su deseo de llegar a un acuerdo con Arabia Saudita para establecer relaciones diplomáticas con Israel. También daría a Rusia y China “luz verde para apoderarse del territorio como les parezca”, dijo.
Pero añadió que “podemos decir con certeza que no puede ocurrir”, al menos tal como Trump describió su plan. En cambio, dijo Miller, fue una distracción del resto de la reunión entre Trump y Netanyahu, a quien se conoce por el sobrenombre de Bibi, quien no se vio sometido a ninguna presión pública real para prorrogar el acuerdo de alto al fuego que entró en vigor el mes pasado, lo que le dejó mucha libertad sobre cómo proceder.
“Todo el alboroto sobre la toma de Gaza por Estados Unidos nos hizo perdernos la verdadera historia de la reunión”, dijo Miller. “Bibi deja la Casa Blanca como uno de los seres humanos más felices del planeta. Si alguna vez hubo una demostración de que no hay diferencia entre Israel y EE. UU., fue esta”.
Peter Baker es el corresponsal principal de la Casa Blanca para el Times. Ha cubierto las gestiones de los últimos cinco presidentes y a veces escribe artículos analíticos que ponen a los presidentes y sus gobiernos en un contexto y marco histórico más grande. Más de Peter Baker