Cuando el presidente Joe Biden convocó a las cumbres sobre la democracia en la Casa Blanca en 2021 y 2023, desinvitó expresamente al presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, a quien en su día describió como un “autócrata” que merecía ser expulsado de su cargo por los votantes.
La semana pasada, el presidente Donald Trump ofreció una valoración mucho más optimista del presidente turco, incluso mientras los manifestantes llenaban las calles tras la detención del alcalde de Estambul, principal rival político de Erdogan.
“Un buen líder”, dijo el presidente sobre Erdogan durante una reunión de sus embajadores en la Casa Blanca. No mencionó la detención ni las protestas.
Desde que asumió el cargo hace poco más de dos meses, Trump ha dado la vuelta a un precepto central de la diplomacia estadounidense. Está acercándose —en lugar de denunciar— a los líderes que abandonan los principios democráticos. El antiguo esfuerzo bipartidista por reforzar las instituciones democráticas en todo el mundo ha sido sustituido por un presidente que elogia a los líderes que avanzan hacia la autocracia.
Y las propias acciones de Trump —vengarse de sus rivales políticos, atacar bufetes de abogados, periodistas y universidades y cuestionar la autoridad del poder judicial— están ofreciendo nuevos modelos para los líderes elegidos democráticamente en países como Serbia e Israel, que ya han mostrado su voluntad de traspasar los límites de sus propias instituciones.
“Hay un gran envalentonamiento”, dijo Rosa Balfour, directora para Europa de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. “Lo que dice Trump resuena con fuerza aquí. Pero también lo que Estados Unidos no hace. No castiga ni condena ningún intento de socavar el Estado de derecho o la democracia. No hay repercusiones”.
Jane Harman, excongresista y expresidenta del Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos, señaló que Erdogan y otros dirigentes de todo el mundo llevaban años “alejándose” de los principios democráticos.
En 2016, una facción del gobierno de Erdogan intentó dar un golpe de Estado para derrocarlo. Desde entonces, ha reforzado el control de la presidencia atacando a los medios de comunicación, los opositores políticos, los tribunales y otras instituciones.
“Este se ha convertido en un mundo muy diferente, pero no creo que Trump lo empezara, y tampoco creo que Trump vaya a ponerle fin”, dijo Harman. Y señaló que, al menos en unos pocos lugares, el regreso de Trump al poder había llevado a algunos votantes a cuestionar las inclinaciones autoritarias de candidatos y partidos.
“Piensa en Alemania”, dijo, refiriéndose a las recientes elecciones en el país. “La extrema derecha ha aumentado su popularidad, pero no ha ganado. Y la reacción contra Trump podría haber sido parte del impulso que la frenó”.
Trump no es el primer presidente que tolera acciones poco democráticas de sus aliados cuando lo considera necesario.
Biden chocó los puños con el príncipe heredero Mohammed bin Salman, gobernante de facto de Arabia Saudita, aun cuando lo culpó del asesinato del columnista Jamal Khashoggi. Biden también trabajó con el primer ministro de India, Narendra Modi, quien ha reprimido cada vez más la disidencia en su país, y —en ocasiones— con Erdogan.
Pero la elección de Trump ha coincidido con acciones de dirigentes electos que parecen apartarse del tipo de principios democráticos que Estados Unidos defendía.
En Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu ya no tiene que enfrentarse a la oposición de Biden a una revisión de los tribunales planeada desde hace tiempo, que muchos israelíes consideran un intento de controlar y politizar el poder judicial. En 2023, Biden dijo a los periodistas que Netanyahu “no puede seguir por este camino” de cambios judiciales.
Ahora, con Trump en el poder, el dirigente israelí no enfrenta tales presiones. El mes pasado, despidió al jefe de la agencia de inteligencia nacional del país, una medida que se consideró que socavaba su independencia. Posteriormente, el gabinete aprobó un voto de censura contra el fiscal general del país, lo que provocó nuevas acusaciones de que Netanyahu está frenando la independencia del sistema judicial, purgando a funcionarios que considera desleales.
La semana pasada, los aliados de Netanyahu en el Parlamento votaron a favor de otorgarse más poder sobre la selección de los jueces de Israel. La votación se produjo después de que el primer ministro pronunciara un discurso haciéndose eco de Trump y afirmando que la acción significaba que “el Estado profundo está en peligro”.
“Estados Unidos no va a presionar en absoluto a Netanyahu para que respete las instituciones democráticas de su propio país”, dijo Balfour. “Netanyahu siente que tiene impunidad respecto de eso”.
En Serbia, el presidente Aleksandar Vucic lleva años atacando a los medios de comunicación y a otros opositores políticos. En febrero —mientras Trump desmantelaba la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional—, Vucic envió a la policía a realizar redadas en organizaciones de su país, algunas de las cuales habían recibido dinero de la agencia estadounidense, ahora en gran parte clausurada.
Las autoridades del gobierno de Vucic citaron las acciones de Trump en Estados Unidos como justificación para actuar contra las organizaciones, entre ellas el Centro de Investigación, Transparencia y Responsabilidad e Iniciativas Cívicas. Citaron a Elon Musk, el multimillonario que dirige el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental, quien afirmó, sin pruebas, que la USAID era una “organización criminal”.
Dos semanas después de las redadas en Serbia, Donald Trump Jr., el hijo mayor del presidente, viajó a Belgrado, la capital del país, para entrevistar a Vucic para su pódcast. En la entrevista, Vucic se quejó de que, al igual que el presidente estadounidense, se le opone “toda un establishment liberal de Washington y Nueva York y Los Ángeles que va contra ti”. Dijo que las redadas de las organizaciones no gubernamentales estaban destinadas a erradicar la corrupción y la mala gestión financiera.
Trump Jr. aduló a Vucic, describiendo lo que llamó “una apuesta por el sentido común, por la ley y el orden, por un sentido nacional compartido de la identidad”. Criticó a los manifestantes enfadados por las recientes acciones de Vucic.
“Estoy seguro de que los medios de comunicación los cubrirán solo de una manera”, dijo Trump Jr. “Y ahora parece que hay pruebas de que todos ellos están vinculados de alguna forma a los mismos actores de izquierda aquí en Estados Unidos. Esa misma máquina de propaganda”.
El hijo del presidente no es el único que se hace eco del lenguaje de su padre.
Hace dos semanas, después de que el gobierno de Erdogan encarcelara al alcalde de Estambul, uno de los principales enviados diplomáticos de Trump habló positivamente del líder turco durante una entrevista con el ex presentador de Fox News Tucker Carlson.
“Realmente transformadora”, dijo Steve Witkoff sobre una llamada telefónica entre Trump y Erdogan. “Hay muchas noticias buenas y positivas procedentes de Turquía como resultado de esa conversación”.
Ruth Ben-Ghiat, catedrática de Historia de la Universidad de Nueva York, dijo que otros dirigentes observan las palabras y los actos de Trump y de sus sustitutos. Dijo que la falta de condena del presidente a Erdogan tras la detención del alcalde de Estambul habría sido observada por presidentes y primeros ministros de tendencia autoritaria.
“Los movimientos de Trump en esta misma dirección”, dijo, “envalentonan a los líderes extranjeros que saben que Estados Unidos es ahora un aliado autocrático y que no habrá consecuencias para el comportamiento represivo”.
Michael D. Shear es corresponsal en la Casa Blanca del Times. Ha reportado sobre política durante más de 30 años. Más de Michael D. Shear